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miércoles, 21 de marzo de 2012

TEMPLO Y EXCONVENTO DE SAN JUAN BAUTISTA COIXTLAHUACA





El Estado de Oaxaca guarda una gran riqueza en cuanto a Patrimonio Cultural tangible, tanto en las llamadas zonas arqueológicas, como en los templos y exconventos del periodo colonial. Los Dominicos fueron una de las órdenes más sobresalientes en cuanto al testimonio monumental. Es muy famosa su obra en la Mixteca alta, conocida como "Las joyas dominicas de la mixteca", que comprenden los templos y exconventos de Yanhuitlán, Teposcolula y Coixtlahuaca. Esta última se encuentra en San Juan Bautista a 113 km. al Norte de la Ciudad de Oaxaca.






San Juan Bautista Coixtlahuaca es una comunidad muy antigua y fue muy importante en el periodo anterior a la llegada de los invasores españoles. Originalmente fue fundada en el periodo Postclásico (37d.C) por la cultura chocholteca y como sabemos, la lengua náhuatl era la lengua usada en todo el Anáhuac desde el periodo Clásico, por lo que Coixtlahuaca significa en dicha lengua "en el llano de la serpiente, proviene de las voces cóatl-serpiente, Ixtlahuatl-llano o llanura y ca-en."







Coixtlahuaca fue un centro comercial muy importante en la Mixteca. Se supone que el mercado o tinguis que se realizaba en Coixtlahuaca tenía una gran influencia regional en toda la Mixteca. Por esta razón, cuando llegaron los españoles, inmediatamente empezaron a construir un templo y exconvento dominico, que terminaron en 1576. La magnitud y esplendor de la obra nos hablan de la importancia que tenía Coixtlahuaca en los comienzos del siglo XVI.






El conjunto posee una gran belleza arquitectónica y expresa una fuerza matizada de sobriedad y austeridad, pese a que la portada es de carácter renacentista. Los retablos del interior son de estilo churrigueresco. En su construcción se aprecia el arte llamado "tequitqui", que significa "tributario". Esto explica que la mano de obra fue indígena y que por ser inmediatamente posterior a la conquista, todavía no eran "asimiladas" las concepciones culturales-religiosas de los invasores. Pero rebela que "la obra" fue una creación anahuaca por la vía de la imposición. 






Es muy importante señalar lo anterior, dado que en general, la visión colonizadora hispánica, permanentemente le quita todo valor y mérito a la cultura invadida y exalta exageradamente la europea. Al ver estas monumentales construcciones debemos de pensar el potencial creador y la fortaleza de la cultura indígena, que fue capaz de "hacer con sus manos" estas hermosas construcciones y también, que todas eran más que nada "fortalezas disfrazadas" de templos.






Uno de los testimonios más importares es su "capilla abierta", dedicada a San Juan Bautista. Las capillas abiertas eran diseñadas para "los naturales", pues los indígenas no podían compartir con los conquistadores, encomenderos y europeos en general, la gracias de la misa y la comunión. De modo que a los indígenas se les hacían sus misas afuera, los sacerdotes dentro de la capilla abierta y los indígenas en las amplias superficies del atrio a cielo abierto.






En el arco superior de la capilla abierta se puede apreciar labrada una "cadena de serpientes" de extraordinaria belleza. Por lo cual podemos afirmar que las dos culturas todavía "no se conocían" a profundidad, por lo que los indígenas pudieron dejar "testimonios discretos y secretos" de su visión cosmogónica y religiosa, toda vez que la serpiente representa iconográficamente para el Anáhuac a Quetzalcóatl, la más revelante premisa filosófica-religiosa de la Tolecáyotl, como "el divino equilibrio entre el espíritu y la materia".  






Esto nos revela que a pesar de la "imposición violenta", los hijos del Anáhuac han mantenido a lo largo de estos casi cinco siglos, una fortísima cultura de resistencia. Un "sí, pero no". Un mantenerse... a pesar de estar vencidos, negados, destruidos. No solo en testimonios tan importantes y de carácter monumental como son estos edificios, sino con mayor dinamismo y efectividad, en la llamada "cultura popular", es decir, en el Patrimonio Cultural Intangible. La mezcla forzosa que lograron hacer los pueblos indígenas es maravillosa, debido a que hasta en la actualidad, la cultura dominante, siempre ha tratado de excluir o desaparecer cualquier vestigio de la civilización invadida.   






La obra resulta impresionante. La cantera resplandece contra el azul intenso y diáfano del cielo mixteco. El Espíritu se expresa nuevamente, hoy con el lenguaje del conquistador, pero con el alma y las manos del conquistado.






La fuerza de la cultura Mixteca "se ve y se siente" con mucha fuerza, aún en las piedras ruinosas de esta construcción dominica. Y podemos apreciar como los oaxaqueños de hoy, siguen afanosamente reconstruyendo este valioso testimonio de su cultura.






Ni los temblores, ni el tiempo y mucho menos los conquistadores de ayer y de hoy, pueden vencer esta profunda y ancestral cultura, que en el mosaico multicultural del Anáhuac, la cultura Mixteca ocupa un lugar relevante.


   



Este imponente edificio, en lo inmediato nos habla de la colonización y evangelización que sufrieron nuestros antepasados. Pero en la profundo, nos habla de su inquebrantable grandeza. De su potente fortaleza y permanencia.







De esta manera, con las ideas europeas, pero con la fuerza de voluntad y las manos indígenas, se irguieron como hongos, por todo el Virreinato de La Nueva España, estos grandiosos testimonios de su capacidad creadora, que no murió o desapareció...solo se transformó en lo que hoy llamamos, "El México profundo".







El portada lateral resulta tan impresionante como el principal. Los dos del siglo XVI son contemporáneos al convento. Se encuentra esculpido en alto relieve, sobre los tableros laterales, el pasaje bíblico del Vía Crucis.





 


Puede apreciarse como las lapidarios anahuacas ponen en la boca de algunos de los personajes la característica vírgula, con la que en los códices ancestrales, se caracterizaba quien estaba hablando.








Puede apreciarse en la portada principal el conjunto formado por San Juan Bautista, flanqueado por San Pedro y el Apóstol Santiago y una serie de nichos en forma de concha, grandes rosetones, medallones y símbolos de la pasión. Además de su espléndido rosetón al centro y un detallado escudo de Felipe II. 








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