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jueves, 22 de marzo de 2012

Saúl Aragón Ramírez Alebrijes de Arrazola


Bajo la piel de un oaxaqueño seguramente podrá encontrar a un campesino y a un artesano. Los antiguos mexicanos a lo largo de varios milenios inculcaron a sus hijos y los hijos de sus hijos, a florecer el corazón a partir de “flor y canto”. Entendiendo “la flor” como la belleza producida por las manos y el corazón del ser humano. Sea esta la transformación de materiales que la naturaleza proporciona para convertirlos, además de objetos utilitarios, en objetos de un alto sentido estético. Y por supuesto, en el cultivo del campo. En efecto, la tierra es embellecida por el trabajo de las manos del hombre. El campesino hace temblar a la tierra con su amoroso trabajo.




Arrazola es un pequeño pueblo que se encuentra en las faldas de Monte Alban hacia la parte Suroeste. Su nombre proviene de una hacienda y que más tarde se convirtió en pueblo. Es aquí donde nace la tradición de la talla en madera de copal y pintada a mano de figuras mitológicas y fantásticas, así como de animales y algunas plantas e insectos. Fue Don Manuel Jiménez quien a mediados del siglo pasado se dedicaba a hacer máscaras para las fiestas y un día llevó sus sueños a la madera y el color, naciendo en Oaxaca esta clase de alebrijes que ya es una tradición de la Cultura Popular.  Esta es la razón por la que fuimos a visitar a uno de los artistas populares del pueblo.




“Me llamo Saúl Aragón Ramírez, tengo 30 años y vivo en San Antonio, Arrazola, municipio de Xoxocotlán, en la calle Álvaro Obregón número 24. Para mí significa mucho hacer los alebrijes. Primero me sirve para satisfacer las necesidades de la familia, pero al mismo tiempo me permite “crear” a través de mi imaginación.




La tradición de la elaboración de estas figuras se inició en la casa hace como 20 años con mi hermano mayor. Yo me inicié haciendo los trabajos más sencillos, como lijar, poner color base y a partir de ahí nos entró la inquietud. Al principio nada más era por ayudar a la familia y poco a poco fuimos adquiriendo la habilidad para tallar y pintar. Y ahora nos permite este trabajo satisfacer las necesidades de la familia, pero al mismo tiempo nos permite desarrollar una parte muy importante de nosotros mismos.




Cuando estás pintando o tallando uno echa la mente a volar y el espíritu se despierta. Sin necesidad de que se hagan diseños o bocetos, al tallar la madera empiezan a surgir de la imaginación las piezas. Nos adaptamos a la madera, seguimos sus formas caprichosas, jugamos con ella. Y esto es una satisfacción interna muy importante y necesaria que no la logramos en otros trabajos.




Esto es pura creatividad. Cuando nosotros estamos trabajando la imaginación se echa a andar por si sola y aunque nos pasamos muchas horas pensando en qué detalle se le pone a la pieza o qué color se le aplica, siempre se necesita mucha creatividad e imaginación, porque hay combinaciones de colores que no nos gustan y nosotros pensamos que tal vez a la gente no le gusta.


 
 
 Yo comencé a los 13 años a trabajar la madera. Lo hice por gusto, porque mi hermano mayor fue el que inició en la casa y nosotros veíamos qué hacía y queríamos aprender. Entonces nos decía – bueno, primero ayúdenme a lijar -. Así empezamos por un tiempo lijando y veíamos como hacía él las figuras, como pintaba y asi empezamos a aprender los hermanos pequeños.




Yo dejo algo de mí en cada pieza que trabajo. Cuando hacemos pedidos muy grandes el trabajo se hace un poco tedioso, pero cuando hacemos figuras especiales es muy diferente. Normalmente se queda en la mente la figura de la pieza y hasta te acuerdas qué persona se la llevó. Como ya tenemos un buen número de años trabajando en esto, regresan las personas y nos dicen – te acuerdas de la figura que me llevé – y les digo, -si, si me acuerdo del color, de la forma y de la expresión que tenía-, porque cada pieza tiene su propia personalidad.




La satisfacción de este trabajo es que uno encuentra gente que valora nuestro trabajo. Hay de toda clases de personas, pero existen algunas que valoran muchísimo lo que nosotros hacemos con nuestras propias manos. Este tipo de satisfacciones nos ha permitido salir al extranjero a realizar exposiciones a Estados Unidos, en la Universidad de Iowa, en el Departamento de Antropología y en el de Arte, dando algunas pláticas. He conocido a muchas personas, gente buena e interesante que de otra manera no las habría podido conocer.




Este arte surgió de las “comparsas de muertos”, porque las personas que iniciaran acá, realmente no lo iniciaron buscando un beneficio económico, sino que al hacer las máscaras para las fiestas de muertos, que las elaboraban con la madera llamada “zompantle”, pudieron hacer fácilmente los alebrijes. Quien inició la comercialización de las máscaras fue el señor Manuel Jiménez, pero el señor Pascual Santiago difunto ya, fue el primero que hacia máscaras.




Las personas que vinieron a comprar las piezas que aquí se hacían, al ver las formas y los colores brillantes, les empezaron a decir “alebrijes”. Pero la palabra “alebrije” la inventó el señor José Linares, que trabajaba en el D.F. con papel maché. Como sus figuras tenían muchas alas les llamó “alebrijes” Él hacia figuras muy extrañas con alas y de vistosos colores; y la gente, al ver la similitud con las nuestras, les empezó a llamar también alebrijes.




En Arrazola tenemos como 50 años de hacer alebrijes. Indiscutiblemente el creador de este arte aquí es el señor Manuel Jiménez, quien comenzó a hacer con la misma técnica con la que se hacían las máscaras: carretas con bueyes, figuras de burros, de chivos, figuras que tomó de la vida cotidiana del pueblo.




Mi hermano Ramiro Aragón fue quien inició aquí en la familia. Después mi hermano Antonio y Sergio le empezaron a ayudar, después seguí yo. Tengo dos hijas, Paola y Karime. Paola por ella misma se acerca y me dice – papá yo quiero lijar, yo quiero pintar de un  solo color-. Entonces ella tiene la misma inquietud. Mi esposa se llama Antonia Arreola y es quien me ayuda a pintar, su hermana a lijar.




Mis clientes están en Sonora y Baja California en México. En California, Arizona y Nueva York en E.U. nos hacen el pedido por teléfono o fax y nosotros les enviamos por mensajería a cualquier parte. Aquí a la casa viene la gente a ver como trabajamos. A nosotros nos da gusto compartir con ellos y conocerlos. Lo que nos caracteriza en nuestro trabajo son las combinaciones de colores, el movimiento que le damos a las piezas y su tamaño, pues no son muy grandes.




A mi me gustaría algún día poder tener la oportunidad de hacer una exposición de mis piezas en un museo. Ese es mi mayor sueño. Un artista en este terreno, es aquél que puede producir piezas con mucha calidad en su manufactura y una gran belleza en su diseño y decoración.





Saúl Aragón Ramírez.

Calle de Álvaro Obregón # 24

San Antonio, Arrazola, municipio de Xoxocotlán. Oaxaca.

Teléfono y fax: (951) 5 17 2393



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