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jueves, 8 de marzo de 2012

Isidoro Cruz Hernández -Artista Oaxaqueño-



Los colonizadores desde 1521 a nuestros días, todo lo que es referente a nuestra “Cultura Madre” y sus descendientes directos, sistemáticamente son menospreciados.




La Cultura dominante a nuestras lenguas las denominan “dialectos”, nuestra memoria histórica la designan como “mitos y leyendas”, nuestra medicina la convirtieron en “brujería”, a nuestro arte le llaman “artesanía” y a nuestros artistas les dicen “artesanos”.

       
       

Rascando tantito en cualquier campesino oaxaqueño usted encontrará a un artista.




Cuando tiene que hacer muchas obras por su bajo precio lo convierte el Mercado en artesano. Sin embargo, en Oaxaca existe una Pléyade de Maestros del Arte Popular. Este es el caso de Isidoro Cruz Hernández.


       

“Yo nací en San Martín Tilcajete un día cuatro de abril de 1934 a las 23 horas. Yo de niño fui muy feliz, aunque había mucha miseria.




Los tiempos eran abundantes… muy abundantes, pero había mucha miseria. No se de qué dependía, pero la cosecha se daba con abundancia. El maíz, el fríjol, la calabaza, en ese tiempo se sembraba “higuerilla”.




Esta es una planta que produce un aceite muy fino y los que nos compraban la higuerilla eran los de Ocotlán.
       
   
    

Mi papá era un hombre que le gustaba trabajar, él era campesino. Tenía tres yuntas cuando yo era niño y sembrábamos higuerilla. Como en enero, nos pasábamos las noches enteras escogiendo la semilla de la higuerilla.




En la Fiesta del Señor de Esquipulas íbamos a vender al mercado la semilla para estrenar huaraches, sombrero, cinturón, así era antes. ¡Qué íbamos a estrenar antes en todo tiempo! No, se estrenaba en cada fiesta.

       
       

Mi papá también era panadero. Era una actividad complementaria. En la fiestas hacía pan. Pero como le digo que había mucha miseria, llegaba la gente un mes antes a ver a Mauricio Cruz, así se llamaba mi padre.




Lo iban a ver para que para la fiesta le fiaran pan, para pagar en la fecha que ellos ponían.

       
       

Cuando tenía nueve años llegó un primo que se llamaba Rogelio Aguilar, que estudió en Chapingo.




Él me dijo –vamos a hacer un conejo- De ahí empecé a ser mis propios juguetes. Después, más grande, me fui a cuidar a los animales por el Cerro Grande.




Entonces llegó un amigo de otro pueblo y nos pusimos a hacer un maromero de los que hago y una horqueta para una resortera.

       
       

Antes no había artesanías, las cosas se hacían para jugar o para la casa. Cuando tenía 14 años me enfermé un año completito y entonces me puse a hacer los maromeros y los vendía mi mamá, en ese tiempo, a cinco centavos, aquí en el pueblo nomás, no había mercado para estas cosas.



       
A los 18 años empecé a hacer máscaras para el carnaval y las empecé a hacer para que movieran las quijadas. En una ocasión hice una muy bonita y la presté. Poco después vino un señor de Teotitlán a comprar máscaras y me puse a buscar la que había hecho. Y si la encontré y me dio treinta pesos ese señor.




Ahí empezó todo. Después vino el carnaval y la gente me pedía que le hiciera las máscaras. A los 18 años trabajaba haciendo carretas en la ciudad de Oaxaca.




A mi me apasiona hacer arte… se venda o no se venda. Porque vender arte es muy difícil. La mayoría de los artistas se mueren de hambre. La diferencia entre un artesano y un artista, es que el artista tiene una imaginación más rica, está creando todo el tiempo. Mientras el artesano tiene una imaginación pobre, sólo está repitiendo las mismas piezas.
       



Para mí, mis piezas me salen muy bien. Vienen muchas personas y admiran mi arte. Recientemente vino un japonés y no me conoció, pues había salido ese día, pero después me mandó una carta y me dijo que le haga unas piezas para la inauguración de una Galería en Japón.
       
  
     

Con mi arte he ido a California, Nueva York y a Chicago. Esa puerta que está en mi casa es mi inspiración para el arte. Se confunde lo antiguo con lo viejo, esta puerta es antigua. Y una pieza vieja es la que ya no sirve. Esta puerta es del siglo XVI y tiene un gran valor, porque la persona que la hizo ya no existe y jamás podrá haber otra igual, así es el arte.



       

Isidoro Cruz Hernández.

Privada del Olvido # 1

San Martín Tilcajete, Ocotlán

CP 71510

Tel. 01 951 524 91 22





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