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sábado, 3 de marzo de 2012

COMPARSA DE MUERTOS

 

Desde hace miles de años, tal vez tres mil quinientos años o más, en lo que hoy es México se celebra cada año dos grandes fiestas que tienen una profunda simbolización en el inconsciente colectivo de los que hoy nos llamamos “mexicanos”, pero que por miles de años fuimos “anahuacas”, es decir, nacidos en el Anáhuac.




Estas dos grandes “fiestas” son: El Día de la Virgen de Guadalupe Tonatzín, el 12 de diciembre, y el 2 de noviembre, la Fiesta de Día de Muertos. Dos fechas que construyen el alma del pueblo de México.




En Oaxaca, que es “La reserva espiritual de México”, la Fiesta de Muertos cobra una significación muy profunda. Como en todo el Anáhuac, los panteones se llenan de “flor y canto”. El pueblo “vive la muerte” con pasión desmedida.





No solo la ciudad de Oaxaca, en el Panteón General, en todos los pueblos de los Valles, los panteones brillan de luz y color, de mezcal y de copal, de nostalgia, alegría y devoción.




Porque los oaxaqueños creen definitivamente en “una vida después de la muerte”. Porque lo importante es creer que los difuntos cada año nos vistan, para compartir las maravillas de nuestra cocina. Lo que indica, seguramente, que nosotros algún  día iremos allá, al lugar del Señor y la Señora de la Muerte.




Pero Oaxaca tiene una variante muy particular en la Fiesta de Muertos. Efectivamente, en algunos pueblos del Valle, se estila “La Comparsa”, que es una representación “chusca”, en la que intervienen personajes del pueblo, como el doctor, el marido, la esposa, la muerte, etc.




La comparsa visita, acompañados de la banda de música, las diferentes casas, en donde son recibidos con golosinas para los niños, tamales, café y mezcal. Los actores con disfraces muy llamativos, estructuran un parlamento, más o menos preestablecido, en el que los chistes, chismes y picardía del pueblo, salen a la luz pública.




Sin embargo, este año, La Casa de las Artesanías de Oaxaca invitó Al Grupo de Danza Baalachi y al Grupo Cultural de San Jerónimo Yahuiche, integrados por jóvenes entusiastas por preservar y fortalecer las raíces culturales, a realizar una magna comparsa, que desfiló por el Centro Histórico y bailó frente a la Catedral.




Alentados por el arquitecto Edgardo Villanueva, integrante de las setenta familias de artesanos que conforman, La Casa de las Artesanías de Oaxaca, prepararon por primera vez, esta expresión cultural que a innova a partir de la tradición. Así es, por primera vez, los trajes y rostros de Los Viejos Abuelos, volvieron a “florecer” en Oaxaca.




Los muchachos danzaban a los difuntos e invitaban a los vivos a acompañarlos para celebrar la muerte. Vida muerte, muerte vida, para de opuestos complementarios que conforman la realidad. La conciencia de la muerte, nos recuerda que estamos “solo un poco aquí”. Que la vida es corta y que la debemos “trascender” en el plano espiritual.




La respuesta de la gente fue impresionante. Algo en el “banco genético de información cultural”, despertó definitivamente al escuchar el sonoro Huhue, inmenso tambor que hace vibrar el plexo solar. Y los caracoles y los huesos de fraile, acompañaban la danza por las asombradas calles de Oaxaca.





Todos los mexicanos, sin excepción, tenemos una pequeño y delicado “barniz occidental”, pero a la menor manifestación de “lo propio nuestro”. Brota y florece, de lo profundo, lo más esencial y antiguo, la esencia espiritual de nuestro ser y se prende venturosa al futuro. Porque quedó demostrado nuevamente, que el pasado es nuestro futuro.





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