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viernes, 24 de febrero de 2012

EL TEMPLO Y EXCONVENTO DE ETLA


Oaxaca es una de las "casas antiguas" de nuestra civilización. Después de la zona Olmeca ubicada entre los estados de Veracruz y Tabasco, Oaxaca será el polo de desarrollo más antiguo y sí bien, Teotihuacan fue el centro generador de la Toltecáyotl, Monte Alban inició su construcción medio milenio de años antes.

 
La obra dominica dejos su huella en el Valle de Etla y su exconvento tiene el sello inconfundible de esta orden religiosa que estuvo presente desde los primeros tiempos de la colonización de lo que hoy es el estado de Oaxaca.    


Dentro de los Valles de Oaxaca, Yagul en el valle de Tlacolula y San José del Mogote en el valle de Etla, resultan ser los asentamientos más antiguos. El primero es prehistórico, es decir, que lo habitaron mucho antes del descubrimiento de la agricultura, cuando los seres humanos eran cazadores-recolectores.


Sin embargo, estudios recientes nos señalan que hay pruebas fehacientes de que la invención del maíz se dio diez mil años a. C., debido a que han encontrado semillas de maíz y calabaza datadas con estas fechas.


En san José del Mogote, encontramos los vestigios arquitectónicos más antiguos de los valles de Oaxaca, y no es de dudar, pues hasta la fecha es uno de los valles más fértiles, toda vez que recibe el agua que baja de las estribaciones de la Sierra Norte.                  


Se tienen datos que sitúan a la Villa de Etla, "como el granero" de los valles y su propio nombre, así nos lo indica, ya que en lengua Náhuatl significa "fríjol" o "lugar de los abastecimientos".


Lo cierto es que a la llegada de los conquistadores encontraron en Etla, uno de los lugares más poblados de los valles, junto con Zaachila y Tlacolula. Es muy interesante saber que a los alrededores de Monte Alban, no existieron asentamientos humanos de importancia, salvo Xoxotlán.


 Se sabe que en donde hoy existe el templo y el mercado de Etla, estaba un gran centro urbano, con sus pirámides y sus patios. Los colonizadores en el lugar donde encontraban grandes pirámides que implicaban el culto a alguna deidad de los Viejos Abuelos, ellos mandaban destruirla y ahí hacían que los indígenas construyeran grandes templos cristianos. Es el caso de Etla.


Los dominicos se establecieron en Etla y su templo y exconvento tienen todo el estilo. Muy parecido al de Yanhuitlán su patio interior nos recuerda también a Cuilapan y un poco a Santo Domingo en Oaxaca.    

 
Con su clásica fuente en el centro y sus dos pisos, el patio del exconvento nos inspira esa quietud y esa sobriedad de la que se alimenta el espíritu.


Estas magnificas obras arquitectónicas representaron un gran esfuerzo de los pueblos indígenas, pues en su calidad de vencidos y esclavos, tuvieron que hacer estos monumentales trabajos a manera de tributo durante toda la época colonial; poniendo, no sólo la mano de obra y su correspondiente alimentación, sino en muchos casos los materiales de la región, como la piedra, arena, madera, cal, etc.


En el exconvento se conservan algunos frescos originales y dos esculturas, una dedicada a san Pedro Mártir. Caminar por sus corredores, cruzar los arcos de sus puertas, respirar ese aire de tranquilidad, paz y armonía que inspiran estos recintos, invitan al espíritu a la reflexión y a la interiorización.


Existe en la fachada un corredor con unos bellos arcos, que en su tempo se supone fue un lugar para pernoctar de los caminantes. La extensión del predio del templo y el exconvento es muy amplio. A sus pies de encuentra, hacia la parte sur, el mercado de Etla con una construcción que data del siglo XIX.


La fachada del templo es muy austera, lo mismo que su interior, que ha sufrido grandes transformaciones y que ya no posee sus retablos originales. Sin embargo, la magnificencia de la obra, sobrecoge al espíritu y nos invita a reflexionar sobre la importancia que ha tenido el desarrollo espiritual de los seres humanos, en este caso a través de la religión católica, pero siete mil quinientos años atrás, nuestros Viejos Abuelos nos dejan impresionantes testimonios de su preocupación por el mismo objetivo, trascender la existencia espiritual del plano material de la vida.


La vista obligada a la Villa de Etla nos invita a comer en su mercado, disfrutar el conjunto arquitectónico de su templo y exconvento, así como algunas de las construcciones civiles que están en el primer cuadro. Su calidad y trabajo en la piedra de estas fachadas, nos hablan del esplendor que un día tuvo esta comunidad y de la importancia que hasta la fecha mantienen en cuanto a proveer de alimento a los de más pueblos de los Valles de Oaxaca.


Indiscutiblemente el lugar que ahora ocupa el templo y exconvento de Etla, fue a lo largo de muchos años, un lugar de culto para los pueblos indígenas. A partir de la colonización española y el mestizaje, aunque cambió el culto, el lugar sigue siendo un espacio para exaltar la fuerza espiritual de los individuos.


Pues el espíritu humano tiene muchas formas de expresar su grandeza. La evangelización cristiana, fue la consecuencia de miles de años de devoción religiosa y mística de los Antiguos Mexicanos, y hoy representa con la familia y la cultura popular, los cimientos más sólidos de nuestra cultura y nuestra identidad.





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