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jueves, 19 de abril de 2012

SAN SEBASTIÁN TLACOLULA



Sí, Teotitlán es el corazón espiritual de valle, Tlacolula lo es en el aspecto comercial. En efecto, su mercado los días domingo, es el más importante del valle.





Ahí concurren todos los vendedores y compradores, no sólo del Valle de Tlacolula, sino de todos los valles y de los estados vecinos. Es uno de los mercados con mayor fuerza y tradición. Aquí todavía se usa el "feriado" (trueque) entre los vendedores.





Visitar el mercado de Tlacolula, es como hacer un extraño viaje a través del tiempo, es ir al mismo origen de nuestra cultura. Porque en los mercados los pueblos de Oaxaca han sabido preservar, pese a todas las adversidades y agresiones, el vigoroso legado cultural.






En la manufactura de los productos, en los procesos de elaboración, en los envases y empaques, en las medidas, así como en el protocolo de la venta, la distribución de los puestos y productos; pero fundamentalmente el intercambio cultural que esta en el dialogo, en el encuentro.






Porque para nuestro pueblo, el mercado no solamente el intercambio de mercancías, con sus respectivas "ganancias".






El comprar y el vender, sólo son simples medios por los cuales se trasmite el encuentro humano, acto de mayor relevancia para nuestra cultura, que el burdo comercio.






Tlacolula tiene fama, además de su mercado, de su excelente pan, de su exquisito mezcal, de su sabrosa barbacoa; de un tesoro sin igual.






Tlacolula posee una de las capillas más hermosas de Oaxaca, pues además de su belleza barroca, su originalidad es única. En efecto, en la capilla del milagroso Señor de Tlacolula, el tiempo se ha detenido y usted puede admirar asombrosamente una capilla, como sí estuviera en el siglo XVI.






Todo es original y muy antiguo, por lo que se respira un aire de paz interior y el cuerpo "siente" que es un sitio sagrado, imprecando de pasión, devoción y amor.






Es un recinto donde el espíritu fluye tenuemente entre la penumbra y la conciencia florece.




Cuenta la leyenda que este Cristo lo llevaban unos arrieros hacia el Sur, pero cuando llegaron a Tlacolula a descansar a la mañana siguiente el Cristo cobro un peso descomunal, por lo que no lo pudieron levantar.





Por este milagro se decidió construir en el sitio donde quedó el Cristo la capilla que hoy le sirve de recinto y que es una verdadera joya del arte colonial en México.  






Toda la decoración de esta increíble capilla fue realizada en el siglo XVI, es por ello que la "mano indígena" se aprecia con mucha intensidad.






Su trabajo en estofado, sus tallas en madera, su forja en hierro, su yesería, sus antiquísimos muebles, todo en conjunto nos permite apreciar, no solamente una manufactura original del siglo XVI, sino entender la pasión y el valor que representaba, para aquellos hombres, fueran españoles, criollos, mestizos o indígenas el aspecto religioso espiritual de la vida y el mundo.






Es el caso de esta espléndida representación de Dios Padre, con su Hijo Jesús en la Cruz, el Espíritu Santo y el mundo en la base de la cruz.  






Otra de las piezas extraordinarias y muy venerada por la gente de los pueblos del Valle de Tlacolula, es el Cristo de la Paciencia.






En esta bellísima talla el artista logra transmitir la infinita paciencia nacida, sólo del amor de un ser iluminado, a los imperfectos seres humanos. De mirar profundamente esta imagen, indiscutiblemente que despierta en el observador un sentimiento de tolerancia y bondad.






El artista logró transformar la materia y transmitir la fuerza del espíritu, pues al contemplar esta obra maestra las fibras más sensibles de nuestro ser, son despertadas por la fuerza intrínseca de la imagen.






Visitar Tlacolula un domingo, compartir con la gente de diferentes pueblos del valle, conocer su mercado, deleitarse con sus manjares y alimentar el espíritu con la Capilla del Señor de Tlacolula, es sentir en lo profundo a Oaxaca.










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