El Templo y el Exconvento de Yanhuitán, se encuentran
en la mixteca y junto con los exconventos de Teposcolula y Coixtlahuaca se les
conoce coloquialmente como “las joyas dominicas de la mixteca”.
Los anahuacas somos un conjunto milenario de pueblos y
culturas que se han caracterizado por ser excelentes constructores. Todas las
seis civilizaciones con origen autónomo del mundo construyeron pirámides sin
ponerse de acuerdo.
La civilización de Egipto con 110 pirámides ocupa el
segundo lugar, nuestros antepasados, solo en lo que hoy es México el INAH
reconoce más de 200 mil sitios arqueológicos y tiene abiertas al público 190
zonas arqueológicas y cada una de ellas tiene más de una pirámide.
De modo que cuando se dio la invasión europea, los
conquistadores se encontraron con un pueblo educado que tenía decenas de siglos
de ir por generaciones a la escuela y que era diestro en la construcción de
magnos edificios.
Otro elemento digno de tomar en cuenta, cuando uno
aprecia el arte y la arquitectura del periodo Colonial, es que nuestros
antepasados indígenas tenían miles de años de vivir en el sistema de
comunalidad, donde “el tequio” es un instrumento que permitió las grandes
realizaciones sociales.
Y este es el punto a tomar en cuenta. Estas magnas obras
de la iglesia católica en el Virreinato de la Nueva España en su mayoría fueron
hechas con la mano de obra esclava de las comunidades.
Así que de los pueblos cercanos y distantes llegaban
centenas de personas, no solo con sus herramientas, sino que también traían su
alimento para trabajar grandes temporadas. Así se construyó durante 1350 Monte
Albán.
Por ello, cuando los dominicos decidieron hacer el
Templo y Convento de Yanhuitlán en 1541 sobre lo que fue un templo muy
importante de la cultura mixteca, la cultura ancestral de los mixtecos pudo
realizar el milagro constructor.
El estilo barroco de los retablos y el monumental
trabajo en la cantera de estilo gótico, tienen la impronta de la sensibilidad y
cosmovisión de la milenaria civilización del Anáhuac. Si, las ideas fueron
europeas, pero las manos y los corazones que las llevaron a acabo fueron de los
pueblos originarios.
Y ese es el milagro del mestizaje cultural, que pese a
la exclusión y persecución que sufrió nuestra civilización, pudo mantener su
presencia en un sincretismo cultural/religioso/social. Aunque se condenó a la
desaparición logró cruzar el régimen de terror impuesto por la Santa
Inquisición.
De modo que si comparamos los templos y conventos
españoles que se construyeron en aquellos tiempos en España, encontraremos
grandes diferencias, aunque los planos y las imágenes eran las mismas.
El trabajo, tanto de los canteros, carpinteros,
ebanistas, yeseros, escultores, pintores es verdaderamente genial. Cada uno de
los retablos, lienzos, calas, labrados, estofados son verdaderas obras de arte
que se deben de apreciar una por una con mucho detalle.
Los oaxaqueños vienen de este milenario pueblo que
supo a base de “flor y canto” expresar el lenguaje del Espíritu. Sea en las piezas
de oro, plata y hueso, que conforman lo que conocemos como “El Tesoro de la
Tumba Siete de Monte Albán”. O en los templos y exconventos que existen en todo
el territorio oaxaqueño.
La riqueza artística y monumental que existe en
Oaxaca, ya sea del periodo de esplendor de la civilización del Anáhuac (200
a.C. a 850 d.C.) o del periodo Colonial es la base y la esencia de lo que hoy
conforma a la gente de los pueblos y culturas de Oaxaca.
Solo conociendo a profundidad “lo propio-nuestro”,
nuestro legado y patrimonio podremos valorarlo y defenderlo. Es aquí donde
radica la fuerza espiritual para construir un futuro más justo y humano. Por
estas razones OAXACA ES LA RESERVA ESPIRITUAL DE MÉXICO.
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