Desde la invención de la agricultura hasta la llegada de los invasores
europeos, en el Anáhuac transcurrieron siete milenios y medio de uno de
los Desarrollo Humanos más importantes del planeta.
En efecto, lo que hoy conocemos como “México” es parte del territorio de
la civilización del Cem Anáhuac que logró alcanzar en el periodo
Clásico la más alta calidad de vida para todos sus habitantes.
La razón era contundente. En Tenochtitlán existían todos los
equipamientos urbanos de una ciudad del siglo XXI. Por ejemplo: la
retícula de las calles con sus avenidas, calzadas y canales, había agua
potable y drenaje, existían museos, bibliotecas, hospitales, mercados,
zonas deportivas, plazas públicas, edificios de gobierno y templos.
Pero fundamentalmente, no existía un niño sin escuela para 1519. La
educación era pública, obligatoria y gratuita. Esto producía ciudadanos
educados, urbanos y responsables.
La alimentación, la salud y la higiene personal, familiar y comunitaria
tenía estándares muy altos que no tenían comparación con los europeos de
esos momentos.
Para Oaxaca, podemos decir que tenemos uno de los antecedentes más
antiguos del Anáhuac en cuanto a arquitectura y urbanismo se refiere.
San José del Mogote (en el Valle de Etla), es una zona arqueológica del
periodo Postclásico y está asociada a la cultura Madre, es decir, la
cultura olmeca.
Una de los valores de San José del Mogote es que es, hasta ahora, la
zona arqueológica olmeca más antigua con trabajo en piedra. En general,
en las zonas arqueológicas de Veracruz y Tabasco, están construidas en
adobe y en terraplenes de tierra. San José del Mogote está construido
con piedra.
Pero en el Valle de Oaxaca tenemos a Daany Beédxe, conocido como “Monte
Alban”, que inició su construcción aproximadamente en el año 500 a.C.
A la llegada de los españoles, los zapotecos vivían en las férieles
tierras que hoy se conoce como Zaachila. Y en el cerro del Fortín
existía una guarnición militar mexica. A los pies del cerro vivían las
familias de los militares mexicas.
Cuando llegaron los españoles fundaron “Segura de la Frontera” en los
márgenes del Río Atoyac. El río en ese tiempo pasaba en medio de lo que
hoy es la ciudad de Oaxaca. Justamente por el templo de San Juan de
Dios.
La fundación de la ciudad española, primero nombrada Nueva Antequera fue
rechazada por Hernán Cortes, pues “su marquesado” abarcaba desde
Coyoacán hasta el Valle de Oaxaca.
De modo que al crear la ciudad española, le quitaron a Cortés parte
importante de los terrenos dentro del valle. Así, su propiedad llegaba
desde el Altiplano hasta lo que hoy se conoce justamente como “Barrio
del Marquesado”.
Hernán Cortés nunca visitó la Ciudad de Oaxaca y menso vivió en ella. La
mal llamada “Casa de Cortés” es del siglo XVII por lo cual fue
imposible que fuera de Cortés.
La Ciudad de Oaxaca fue contemporánea de las ciudades españolas de
México, Puebla y Valladolid (Morelia). De todas ellas, Oaxaca desde un
principio mantuvo una dimensión provinciana.
En efecto, jamás comparada con “La Ciudad de los Palacios” donde residía
el poder colonial. La ciudad de Valladolid fue hecha en piedra con
monumentales edificios. Y la ciudad de Puebla es la que ha mantenido un
crecimiento constante desde el siglo XVI hasta el XXI.
La Ciudad de Oaxaca en cambio, siempre fue provinciana. Sus edificios,
en su gran mayoría son hechos de adobe. Y nunca fue una “metrópoli” como
sus ciudades hermanas.
Por lo difícil de su acceso debido al “mar de montañas” que la rodea,
Oaxaca mantuvo una dimensión reducida. Tampoco fue el centro de la vida
de los pueblos anahuacas, como si lo fueron Zaachila, Ocotlán, Etla y
Tlacolula.
La ciudad de Oaxaca fue una ciudad española para españoles. Los grandes
edificios como los templos y conventos fueron producto de los intereses
económicos y políticos de las órdenes religiosas.
La riqueza que aportó Oaxaca a la corona española y a toda Europa fue la
explotación de la “grana Cochinilla”. Insecto con el que se hicieron
los tintes en sus diversas tonalidades del color rojo.
Pero en Oaxaca la minería y la agricultura nunca fueron de gran
envergadura. De modo que su dimensión física estuvo sujeta a sus
opciones económicas.
Existen dos grandes “parte aguas” en la historia moderna de Oaxaca. El
primero fue el demoledor terremoto sufrido en 1931 que destruyó más de
la mitad de la ciudad.
Y el segundo ha sido la autopista construida en 1994 que cambió
totalmente a la ciudad, no solo por el turismo, sino por la migración
del interior del estado.
Oaxaca, como todas las ciudades capitales del mundo está cambiando. Por
desgracia, no cambia integralmente en lo positivo, porque el centro
histórico no es la ciudad de Oaxaca.
Existen muchos rezagos en infraestructura, especialmente en vialidad y
servicios. El olvido de la Ciudad de Oaxaca es histórico y sus carencias
no son por falta de recursos, sino por falta de amor, trasparencia en
el manejo de los fondos públicos y por que las autoridades estatales y
municipales nunca han pelado en contra de los intereses de los eternos
“dueños” del poder.
La Ciudad de Oaxaca ha sido azotada periódicamente por poderosos sismos
que la han tirado al suelo. Pero esta ciudad, una y otra vez, se ha
sabido recuperar. Se requiere la participación ciudadana en los
problemas de esta ciudad, para apoyar a las fuerzas proactivas
–oficiales y de la sociedad civil- que ahora están tratando de acabar
los cacicazgos, monopolios y poderes fácticos, que no le permiten crecer
en un clima de justicia, equidad y respeto.
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