Lo que hoy es México fue la cuna de una de las seis civilizaciones más antiguas del planeta. En efecto, salvo Egipto, Mesopotamia primero y China, la India, México y la zona Andina después, no existió ninguna otra cultura más antigua con origen autónomo (que no recibió préstamo de otras culturas en su formación).
El Valle de Tlacolula es una “casa antigua” del hombre en la tierra. Se supone que el hombre prehistórico habitó este valle en virtud de que existían condiciones más favorables, como fueron las cuevas que se encuentran cerca de Yagul y el extinto lago en el centro del valle.
Los investigadores suponen que estos primeros asentamientos humanos datan entre 16 y 11 mil años antes de Cristo. Actualmente se pueden ver desde la carretera, en la desviación a la zona arqueológica de Yagul, a mano derecha sobre unas peñas, unas pinturas rupestres testimonio de aquellos tiempos.
Este valle milenario forma parte del sistema de los llamados “ Valles Centrales” del Estado. De esta manera con los valles de Oaxaca, Etla, Zimatlán y Miahuatlán, el Valle de Tlacolula está rodeado por los dos grandes sistemas montañosos del país, que se unen en el estado de Oaxaca, para formar el llamado “nudo mixteco”.
Es justamente aquí dónde Los Viejos Abuelos construyeron uno de los Centros de Conocimiento más extraordinarios de Oaxaca. Yagul no compite con la majestuosidad de Monte Alban y el “barroco anahuaca” de Mitla. Yagul tiene un sutil encanto que lo hace único en los Valles de Oaxaca.
Nos referimos a su posición geográfica en un costado del Valle de Tlacolula con el Cerro del Lagarto a su vista Sur. La energía que posee este lugar es extraordinaria. La Tierra aquí “rezuma y suena” y se siente la presencia de Tonatzín, nuestra madre querida.
Yagul es un sitio ancestral de poder por su relación energética con la Tierra. Existen vestigios de la ocupación de la zona desde la época prehistórica y propiamente la zona arqueológica se calcula su construcción aproximadamente en el año 500 de la era, poco antes del colapso del Cem Anáhuac y por supuesto de Monte Alban (850).
Yagul cuenta con tumbas y algunas de ellas poseen pintura mural muy significativa para el estudio de los frescos anahuacas. Como toda la arquitectura anahuaca del periodo Clásico, no se diseño para ser panteón y las tumbas existentes son de periodos posteriores a su abandono.
El Juego de Pelota es uno de los más grandes del Anáhuac y rivaliza en tamaño con el que se encuentra en el Cerro de Atzompa, perteneciente al “Conjunto Monte Alban” integrado por cuatro cerros. Una de las características de los Juegos de Pelota de Oaxaca es que no poseían aros de piedra en sus costados.
Como debe de entenderse desde un punto de vista descolonizado que lo que hoy llamamos “zonas arqueológicas”, especialmente las construidas en el Periodo Clásico, no fueron “ciudades, ni fortalezas y menos palacios”. La existencia de los llamados Juegos de Pelota se debían a un uso ahora no conocido, pero que no era “el deportivo o de esparciamiento”.
En efecto, es verdaderamente criminal y malicioso, producto de la ignorancia y el desprecio por la Civilización Madre (Cem Anáhuac), reducir estos impresionantes lugares a una mezquina y colonizada visión a lugares profanos, quitándole toda la grandeza y potencialidad espiritual que caracterizó y sigue significando en su vida diaria a los pueblos originarios.
Porque desde 1521 el conquistador-colonizador, por todos los medios posibles ha tratado de minimizar y denigrar a la civilización invadida para justificar el holocausto que realizó y sigue realizando en el Anáhuac. No solo se les despojó de la calidad de seres humanos a los invadidos y se destruyó su cultura, sino que se les ha negado permanentemente la riqueza de su filosofía (Toltecáyotl) producto de siete milenios de sabiduría y desarrollo humano, único en el mundo.
Reducir estas magnas obras arquitectónicas a ser producidas por mentes pequeñas, para ser usadas como “palacios, ciudades, centros comerciales”, solo es producto de una mente colonizada que pretende “cientistamente”, minimizar los logros de carácter energético-espiritual que no quiere o no puede comprender.
Estos maravillosos lugares en Oaxaca como Monte Alban, Mitla, Yagul, Daynzu, San José del Mogote, Huijazo, Lambiteco, o en el Cem Anáhuac, como Teotihuacán, Palenque, Xochicalco, Chicen Itza, Tajín, etc., son los “vestigios materiales” del inconmensurable desarrollo espiritual que alcanzaron nuestros Viejos Abuelos y que conforma la parte más valiosa del Patrimonio Cultural heredado por ellos.
Esta es la “herencia cultural” más importante y los expertos la reconocen como “Toltecáyotl”. La sabiduría y experiencia en desarrollo humano más importante del mundo antiguo y que hoy, debido a la colonización y neo colonización, se le ha excluido y marginado del consciente de los pueblos que conforman la nación. La Toltecáyotl es tan valiosa e importante como el hinduismo, el budismo o el taoísmo.
La civilización del Anáhuac es una sola, por más culturas diferentes en tiempo y espacio que han existido y siguen existiendo en México. La Toltecáyotl fue la creación y suma de la sabiduría de todos los pueblos y culturas del Anáhuac. El colonizador nos engaña haciéndonos suponer que los zapotecos son diferentes a los mayas, purépechas o mixtecos. Todos son variantes de una misma “matriz filosófica-cultural”.
La arquitectura no miente. Si se observa con detenimiento, todas las “zonas arqueológicas” del Anáhuac, especialmente del periodo Clásico, comparten una armoniosa igualdad con su múltiples variantes y estilos propios de cada cultura. Un patio central y cuatro habitaciones, que por sus dimensiones no pueden ser de uso doméstico. Pirámides con muchas generalidades. Solo una mente colonizada no es capaz de percibirlo.
Las mismas “plantas arquitectónicas” de la zona oaxaqueña son muy parecidas a las de la zona maya y éstas con las demás. Existe un patrón arquitectónico obvio, luego entonces, existe una “matriz filosófica-espiritual”, un pensamiento que transformará a la materia en un proyecto espiritual. La sabiduría que nos impiden percibir y que nos condena a la ignorancia de nosotros mismos.
Saber la razón por la cual nuestros antepasados, de generación en generación y a lo largo de más de diez siglos se dedicaron a construir estos recintos donde los más elevados valores y principios de la vida y de la muerte guiaron a los arquitectos y constructores. Conocer el motivo de su construcción y su uso nos llevaría a retomar la riqueza humana descubierta y sistematizada a lo largo de siete milenios y aplicarla en la construcción de nuestro futuro.
De esta manera, Yagul y las demás “zonas arqueológicas”, no serían solo para atraer el turismo y fortalecer la economía, sino que, –fundamentalmente-, nos servirían de guía y estímulo para alcanzar un mayor grado de desarrollo espiritual que tanta falta nos hace en estos míseros tiempos en el que el consumo y el dinero parecieran ser el logro existencial más importante de una vida hundida en la desolación y el hastío.
Los pueblos oaxaqueños son los herederos directos de este Patrimonio Cultural. Esta sabiduría ancestral se expresa en su vida cotidiana, en sus tradiciones, fiestas, usos, costumbres, alimentos, bebidas, arte popular y creación artística. Solo los ojos y los corazones colonizados no ven, no entienden los profundos vínculos de Yagul, Monte Alban y Mitla, por citar solo tres, con la riqueza humana espiritual de Oaxaca.
Hoy más que nunca, “Oaxaca es la reserva espiritual de México”. Se requiere de hacer un gran esfuerzo para descolonizador y erradicar de nuestras mentes, la idea de que Los Viejos Abuelos fueron: primitivos, salvajes, guerreros, caníbales e idólatras. Que nosotros (los mexicanos modernos), nada tenemos que ver con Los Viejos Abuelos y con su legado de sabiduría. Que todo terminó el 13 de agosto de 1521 con la caída de Tenochtitlán y que “lo pasado pasó”.
Por el contrario. El futuro de México es su pasado. En efecto, en el pasado se encuentra el gran potencial para construir el futuro y cambiar definitivamente nuestro presente. Cuando recuperemos nuestra “memoria histórica”, nuestro legitimo orgullo de ser hijos de los hijos de los Viejos Abuelos, ese día nuestro mestizaje se consolidará finalmente. Cuando el pueblo de México llegue a la totalidad de sí mismo, sin excusiones de los veneros de experiencia humana que nos han llegado de Europa, África y Asia.
Valorar nuestra cultura ancestral y nuestra tradición, no solo implica quedarnos en “la forma” de expresión de nuestra milenaria cultura (en el folklor), sino que debemos ir “al fondo”, nos referimos a la sabiduría y al potencial espiritual que los expertos llaman Toltecáyotl. Tan válido para los zapotecos o los mayas y tan vigente para los mexicanos de hoy. Amable lector, imagínese a la India sin Krishna y Gandhi o a China sin Confucio o Mao Tse Tung. Nosotros hemos quedado huérfanos temporalmente y debemos de recuperarnos culturalmente.
Tal vez, visitar Yagul, podría ser un buen comienzo de este camino para llegar al “centro de nosotros mismos”, a nuestra primigenia esencia. Podría ser un re-encuentro con nuestros Viejos Abuelos y la activación del “Banco Genético de Información Cultural” que está vivo en cada uno de los llamados “mexicanos”.
Visite www.toltecayotl.org
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