La historia de la civilización del Anáhuac abarca siete mil quinientos años, desde la invención de la agricultura a la llegada de los invasores españoles. Que a su vez se dividen en 3 períodos. Preclásico de 6000 a.C. a 200 a.C.
Período Clásico de 200 a.C. a 850 d.C. y período Postclásico de 850 d.C a 1519 d.C. Los zapotecos en el período postclásico fueron desplazados de los Valles Centrales por los mixtecos y llegaron a lo que hoy conocemos como el istmo de Tehuantepec. Aquí fundaron Tehuantepec que en lengua náhuatl significa el cerro del jaguar, (tecuani "jaguar", tepec "cerro habitado").
Tehuantepec es una de las comunidades zapotecas más antiguas en el istmo. Tierra exuberante y caliente, con la permanente brisa marina que refresca sus encendidas tardes, exudadas de tranquilidad y apaciguada algarabía. Tehuantepec es tierra de pájaros cantores, de mujeres trabajadoras y un febril tráfico.
En efecto, desde tiempos ancestrales Tehuantepec es un centro comercial y cruce de caminos. Si existe una etnia en México que tenga en la sangre el espíritu del comercio es la zapoteca. El zapoteco es un pueblo de gente inteligente y negociadora, pero el zapoteco del istmo tiene especial talento para el comercio.
En todo el sureste mexicano se encuentran a las mujeres istmeñas enclavadas en los sitios comerciales de la costa de Chiapas y Sur de Veracruz. Los totopos, el camarón seco, los quesos y hamacas del istmo se encuentran en todos los mercados de la costa Chiapaneca y el istmo veracruzano. La mujer zapoteca del istmo le habla con dulzura y cariño a sus clientes. Sean hombres o mujeres.
La arquitectura en Tehuantepec es tradicional en la mayor parte de la población. La gente de Tehuantepec le gusta disfrutar y mantener sus tradiciones y costumbres. Gente orgullosa de su cultura, sabe ser digna heredera de milenios de cultura indígena y siglos de un armonioso y exuberante sincretismo cultural.
El jeroglífico de Tehuantepec, es un fragmento de la fundación llamada códice de Guevea o códice Zapoteca, en el escudo se aprecia un montículo con un Jaguar. En el montículo se encuentran 66 divisiones y en cada división un círculo, en esta forma se pintó el amurallamiento del cerro de Guie-Ngola en medio del montículo se pinta un jaguar, que abre sus fauces para tragar a un ser amorfo que se encuentra dentro de una rodela o escudo o chimali, en la cúspide de la rodela se aprecia el águila real que simboliza al sol; y en su pico sostiene un lazo con borla para no permitir que el ser amorfo sea tragado por el jaguar.
En 1526 Hernán Cortés mandó construir tres barcos en Tehuantepec, que fueron: Santo Tomás, San Lázaro, Santa Agueda y el otro que no tuvo nombre.
En 1531 va a Tehuantepec a despedir los barcos que descubrirían lo que hoy conocemos como Las Californias. En 1538 se establecen en Tehuantepec los padres dominicos fray Gregorio de Beteta y fray Bernardo de Alberquerquer.
En 1544 se inicia la construcción de la iglesia y convento de Santo Domingo Tehuantepec a iniciativa de fray Bernardo Alberquerquer y costeando la obra el tlatoani Cosijopí gobernante zapoteca, que más tarde será apresado y muerto por la Santa Inquisición.
Todavía podemos ver la casa de “Doña Juana Cata” a un lado del mercado y junto a las vías del ferrocarril. La historia cuenta que esta mujer fue un personaje que se adelantó a su tiempo.
Mujer de gran iniciativa, fue una excelente comerciante y que auspició muchas causas nobles en bien de las mujeres. Entre otras cosas patrocinó una escuela para mujeres.
La leyenda cuenta que el General Porfirio Díaz quedo enamorado de su personalidad, inteligencia y belleza.
Visitar Tehuantepec, es tocar levemente por fuera un mundo mágico. Su magia es inaccesible a primera vista. En Tehuantepec se siente con el corazón y se ve con el alma.
Más allá de su apariencia superficial de un lugar comercial y de tránsito continuo, Tehuantepec tiene un profundo encanto que sienta sus bases en el tiempo antiguo. En la tradición vivida y el pan compartido.
Tehuantepec es especialmente bello muy por las mañanas. Cuando está por salir el sol y los pájaros cantan y las personas salen a barrer sus calles, las mujeres se dirigen al mercado y las campanas llaman al templo.
Frescas y luminosas las mañanas istmeñas. Pero las tardes también tienen su especial encanto. El tiempo pareciera que se detiene, el calor baja y el sol se torna rojo.
Da la sensación de que la luz saliera de las paredes y de las tejas. Los niños juegan en los parques y las vendedoras se ponen en los parques y atrios.
La gente goza la vida y ve pasar desde sus casas lentamente el tiempo. La Cultura Madre se aferra como la raíz de la parota a la tierra. El alma zapoteca se siente en cada calle y en cada plaza.
Los tehuanos son gente amable, festiva y muy sociable. Gente abierta que siempre le brinda una sonrisa y le tiende la mano.
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