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jueves, 21 de junio de 2012

YAGUL en el corazón del Valle de Tlacolula


Lo que hoy es México fue la cuna de una de  las  seis   civilizaciones  más antiguas del planeta. En efecto, salvo  Egipto, Mesopotamia primero y China, la India, México y la zona Andina después, no existió ninguna otra cultura más antigua con origen autónomo (que no recibió préstamo de otras culturas en su formación).



El  Valle de Tlacolula es una  “casa antigua” del hombre en la tierra. Se supone que el hombre prehistórico habitó este valle en virtud de que existían condiciones más favorables, como fueron las cuevas que se encuentran cerca de Yagul y el extinto lago en el centro del valle.


Los investigadores suponen que estos primeros asentamientos humanos datan entre 16 y 11 mil años antes de Cristo. Actualmente se pueden ver desde la carretera, en la desviación a la zona arqueológica de Yagul, a mano derecha sobre unas peñas, unas pinturas rupestres testimonio de aquellos tiempos.



Este valle milenario forma parte del sistema de los llamados “ Valles Centrales”  del Estado. De esta manera con los valles de Oaxaca, Etla, Zimatlán y Miahuatlán, el Valle de Tlacolula está rodeado por los dos grandes sistemas montañosos del país, que se unen en el estado de Oaxaca, para formar el llamado “nudo mixteco”.


Es justamente aquí dónde Los Viejos Abuelos construyeron uno de los Centros de Conocimiento más extraordinarios de Oaxaca. Yagul no compite con la majestuosidad de Monte Alban y el “barroco anahuaca” de Mitla. Yagul tiene un sutil encanto que lo hace único en los Valles de Oaxaca.


Nos referimos a su posición geográfica en un costado del Valle de Tlacolula con el Cerro del Lagarto a su vista Sur. La energía que posee este lugar es extraordinaria. La Tierra aquí “rezuma y suena” y se siente la presencia de Tonatzín, nuestra madre querida.


Yagul es un sitio ancestral de poder por su relación energética con la Tierra. Existen vestigios de la ocupación de la zona desde la época prehistórica y propiamente la zona arqueológica se calcula su construcción aproximadamente en el año 500 de la era, poco antes del colapso del Cem Anáhuac y por supuesto de Monte Alban (850).


Yagul cuenta con tumbas y algunas de ellas poseen pintura mural muy significativa para el estudio de los frescos anahuacas. Como toda la arquitectura anahuaca del periodo Clásico, no se diseño para ser panteón y las tumbas existentes son de periodos posteriores a su abandono.


El Juego de Pelota es uno de los más grandes del Anáhuac y rivaliza en tamaño con el que se encuentra en el Cerro de Atzompa, perteneciente al “Conjunto Monte Alban” integrado por cuatro cerros. Una de las características de los Juegos de Pelota de Oaxaca es que no poseían aros de piedra en sus costados.


Como debe de entenderse desde un punto de vista descolonizado que lo que hoy llamamos “zonas arqueológicas”, especialmente las construidas en el Periodo Clásico, no fueron “ciudades, ni fortalezas y menos palacios”. La existencia de los llamados Juegos de Pelota se debían a un uso ahora no conocido, pero que no era “el deportivo o de esparciamiento”.


En efecto, es verdaderamente criminal y malicioso, producto de la ignorancia y el desprecio por la Civilización Madre (Cem Anáhuac), reducir estos impresionantes lugares a una mezquina y colonizada visión a lugares profanos, quitándole toda la grandeza y potencialidad espiritual que caracterizó y sigue significando en su vida diaria a los pueblos originarios. 



Porque desde 1521 el conquistador-colonizador, por todos los medios posibles ha tratado de minimizar y denigrar a la civilización invadida para justificar el holocausto que realizó y sigue realizando en el Anáhuac. No solo se les despojó de la calidad de seres humanos a los invadidos y se destruyó su cultura, sino que se les ha negado permanentemente la riqueza de su filosofía (Toltecáyotl) producto de siete milenios de sabiduría y desarrollo humano, único en el mundo.


Reducir estas magnas obras arquitectónicas a ser producidas por mentes pequeñas, para ser usadas como “palacios, ciudades, centros comerciales”, solo es producto de una mente colonizada que pretende “cientistamente”, minimizar los logros de carácter energético-espiritual que no quiere o no puede comprender.


Estos maravillosos lugares en Oaxaca como Monte Alban, Mitla, Yagul, Daynzu, San José del Mogote, Huijazo, Lambiteco, o en el Cem Anáhuac, como Teotihuacán, Palenque, Xochicalco, Chicen Itza, Tajín, etc., son los “vestigios materiales” del inconmensurable desarrollo espiritual que alcanzaron nuestros Viejos Abuelos y que conforma la parte más valiosa del Patrimonio Cultural heredado por ellos.


Esta es la “herencia cultural” más importante y los expertos la reconocen como “Toltecáyotl”. La sabiduría y experiencia en desarrollo humano más importante del mundo antiguo y que hoy, debido a la colonización y neo colonización, se le ha excluido y marginado del consciente de los pueblos que conforman la nación. La Toltecáyotl es tan valiosa e importante como el hinduismo, el budismo o el taoísmo.


La civilización del Anáhuac es una sola, por más culturas diferentes en tiempo y espacio que han existido y siguen existiendo en México. La Toltecáyotl fue la creación y suma de la sabiduría de todos los pueblos y culturas del Anáhuac. El colonizador nos engaña haciéndonos suponer que los zapotecos son diferentes a los mayas, purépechas o mixtecos. Todos son variantes de una misma “matriz filosófica-cultural”.


La arquitectura no miente. Si se observa con detenimiento, todas las “zonas arqueológicas” del Anáhuac, especialmente del periodo Clásico, comparten una armoniosa igualdad con su múltiples variantes y estilos propios de cada cultura. Un patio central y cuatro habitaciones, que por sus dimensiones no pueden ser de uso doméstico. Pirámides con muchas generalidades. Solo una mente colonizada no es capaz de percibirlo. 


Las mismas “plantas arquitectónicas” de la zona oaxaqueña son muy parecidas a las de la zona maya y éstas con las demás. Existe un patrón arquitectónico obvio, luego entonces, existe una “matriz filosófica-espiritual”, un pensamiento que transformará a la materia en un proyecto espiritual. La sabiduría que nos impiden percibir y que nos condena a la ignorancia de nosotros mismos.


Saber la razón por la cual nuestros antepasados, de generación en generación y a lo largo de más de diez siglos se dedicaron a construir estos recintos donde los más elevados valores y principios de la vida y de la muerte guiaron a los arquitectos y constructores. Conocer el motivo de su construcción y su uso nos llevaría a retomar la riqueza humana descubierta y sistematizada a lo largo de siete milenios y aplicarla en la construcción de nuestro futuro. 


De esta manera, Yagul y las demás “zonas arqueológicas”, no serían solo para atraer el turismo y fortalecer la economía, sino que, –fundamentalmente-, nos servirían de guía y estímulo para alcanzar un mayor grado de desarrollo espiritual que tanta falta nos hace en estos míseros tiempos en el que el consumo y el dinero parecieran ser el logro existencial más importante de una vida hundida en la desolación y el hastío.


Los pueblos oaxaqueños son los herederos directos de este Patrimonio Cultural. Esta sabiduría ancestral se expresa en su vida cotidiana, en sus tradiciones, fiestas, usos, costumbres, alimentos, bebidas, arte popular y creación artística. Solo los ojos y los corazones colonizados no ven, no entienden los profundos vínculos de Yagul, Monte Alban y Mitla, por citar solo tres, con la riqueza humana espiritual de Oaxaca.


Hoy más que nunca, “Oaxaca es la reserva espiritual de México”. Se requiere de hacer un gran esfuerzo para descolonizador y erradicar de nuestras mentes, la idea de que Los Viejos Abuelos fueron: primitivos, salvajes, guerreros, caníbales e idólatras. Que nosotros (los mexicanos modernos), nada tenemos que ver con Los Viejos Abuelos y con su legado de sabiduría. Que todo terminó el 13 de agosto de 1521 con la caída de Tenochtitlán y que “lo pasado pasó”. 


Por el contrario. El futuro de México es su pasado. En efecto, en el pasado se encuentra el gran potencial para construir el futuro y cambiar definitivamente nuestro presente. Cuando recuperemos nuestra “memoria histórica”, nuestro legitimo orgullo de ser hijos de los hijos de los Viejos Abuelos, ese día nuestro mestizaje se consolidará finalmente. Cuando el pueblo de México llegue a la totalidad de sí mismo, sin excusiones de los veneros de experiencia humana que nos han llegado de Europa, África y Asia.


Valorar nuestra cultura ancestral y nuestra tradición, no solo implica quedarnos en “la forma” de expresión de nuestra milenaria cultura (en el folklor), sino que debemos ir “al fondo”, nos referimos a la sabiduría y al potencial espiritual que los expertos llaman Toltecáyotl. Tan válido para los zapotecos o los mayas y tan vigente para los mexicanos de hoy. Amable lector, imagínese a la India sin Krishna y Gandhi o a China sin Confucio o Mao Tse Tung. Nosotros hemos quedado huérfanos temporalmente y debemos de recuperarnos culturalmente. 


Tal vez, visitar Yagul, podría ser un buen comienzo de este camino para llegar al “centro de nosotros mismos”, a nuestra primigenia esencia. Podría ser un re-encuentro con nuestros Viejos Abuelos y la activación del “Banco Genético de Información Cultural” que está vivo en cada uno de los llamados “mexicanos”.


         Visite www.toltecayotl.org

domingo, 3 de junio de 2012

Mercados Juárez y 20 de Noviembre


En el centro de la Ciudad de Oaxaca existen dos mercados que los separa una calle. El primero del zócalo hacia el Sur es el Benito Juárez. Aunque el predio fue designado desde la época colonial, la estructura que hoy vemos es de finales del siglo antepasado de estilo francés.


En la década de los años setentas el mercado se extendía por varias calles a la redonda, pero fue reorganizado y se creó el Mercado de Abastos en la zona Poniente de la ciudad. Actualmente es un mercado con mucha vida y grandes tradiciones.



Aunque se ha vuelto turístico, sigue ofertando productos alimenticios para las familias del centro de la ciudad. El mercado en la mañana es visitado por la gente de  la ciudad. A medio día por el turismo. Por las noches se vuelve una “cenaduría” popular.



Los mercados de Oaxaca tienen una magia muy particular. El zapoteco ha sido un pueblo eminentemente negociador y comerciante. En su lengua, ellos se llaman a sí mismos “Zaa” y en lengua náhuatl “pocheteca” significa comerciante. De modo que el nombre de “zapoteca” es, tal vez, un compuesto que significa el pueblo de los comerciantes.



Sea como fuere, el “arte del comercio” se ve y se siente en los mercados de Oaxaca, especialmente en los Valles y en el Istmo, donde la cultura zapoteca es dominante.


 


Usted puede observar “el oficio” de estos expertos en “negociar” con toda clase de turismo, sea nacional o internacional. Son expertos en llamar la atención del posible comprador. Son corteses pero directos, flexibles en el regateo pero inamovibles en “su último precio”. 



Las mujeres dominan la escena y la familia vive literalmente en el mercado. Los hombres generalmente realizan actividades de apoyo o de abastecimiento, pero normalmente es la mujer la que tiene el trato con “los marchantes”, es  decir, los que marchan por los pasillos en busca de productos o con la sola fascinación de sentir esta maravilla cultural.  

   

El mercado es una de las instituciones más importantes en la cultura indígena y popular. Es un espacio propio-nuestro y aunque ha ido ganando espacio el plástico y los productos chatarra, la esencia sigue manteniendo su alto sentido místico y en cada mercado, puede usted ver un altar, producto de la voluntad de todos. 



El Mercado Benito Juárez tiene muchas tradiciones y personajes. Casilda la Orchatera fue uno de ellos. Mujer del pueblo que vendía aguas frescas. Fue su generosidad y su apoyo a los estudiantes lo que la hizo ser muy querida y respetada por propios y extraños. Grandes personajes, desde presidentes hasta reyes viajeros fueron convidados con una agua de horchata  por Casilda. 

    

Son varias generaciones y una dinastía que sigue la tradición de la generosidad y la preparación de exquisitas aguas frescas de las frutas de temporada. Pero especialmente la de horchata no tiene igual. Ahora está al frente del negocio doña María Teresa Valera Flores, hija de Casilda y su nieta Irinea para continuar con la tradición. 



Otra de las tradiciones son “las tejateras”. Mujeres que preparan y venden una bebida milenaria, producto de la sabiduría ancestral del Anáhuac. Esta bebida está preparada a base de maíz, cacao, flor de cacao, almendra de mamey y quita la sed, las ganas de comer y da energía. Los campesinos en la actualidad la usan para sus largas y agotadoras jornadas en el campo.



Usted puede tener la confianza de que es una bebida muy limpia, pues si algún ingrediente está sucio o el agua no está limpia, “se corta” y no hace espuma. Se toma en unas tradicionales jícaras rojas traídas desde la montaña de Guerrero.  
 


Para preparar el tejate: Primero se coce el maíz con ceniza, y se tuestan  las semillas (cacao, la flor y la almendra de mamey). Con ellas se hace una pasta y se bate con las manos mucho tiempo, como si fuera para pastel, hasta que quede líquida la pasta. Después se le pone agua y se endulza con jarabe al gusto del cliente. Se toma la bebida fría y para eso se le pone hielo.  Es una bebida que inventaron nuestros Viejos Abuelos, tal vez tres mil años antes de la invasión europea. Doña Soledad Juárez Aragón es de Zaachila y tiene muchos años de preparar y vender el tejate. No deje de probarlo. 



Otra de las delicias del mercado se encuentra en los puestos que venden dulces. Una tradición mexicana que se ha ido perdiendo por las empresas trasnacionales, pero que en Oaxaca, usted podrá recordar, “los dulces sabores de su infancia”.



Como en todo mercado mexicano las “aguas frescas y los licuados” tienen un lugar muy especial. Es el caso de el puesto de José Pérez Cortés que tiene 11 años con su negocio. Aquí se venden aguas de todo tipo de frutas de temporada, además de la horchata tradicional, la de tuna, melón, limón, limón rayado, sandía, guayaba, Jamaica y mamey.



También encontrara los chapulines, sal de gusano y gusanitos de maguey. Estos chapulines se recogen muy de mañanita con redes, cuando todavía no sale el sol y los chapulines están entumidos por el frío. Se cosen con ajo y jugo de limón y luego se fríen con chile piquín y chile arbolito.



Otro de los manjares del mercado son sus famosas nieves Chagüita, que tiene doscientos años de vender su exquisita nieve de leche quemada, de tuna, sorbete y la de rosas. Ahora se venden nieve de mezcal, elote, aguacate y beso de ángel. Le sorprenderá la creatividad e imaginación de estos artistas de la nieve. 



Pero indiscutiblemente las queserías son una tradición, como la de Juan Margarito Luciano y su quesería “La Antequera” en el puesto número 50 donde usted encontrará: queso, quesillo, chocolate, café, mole, totopo, piloncillo, queso fresco, queso botanero, queso de petate, queso de aro, queso ranchero. Sal de gusano, fruta en alcohol de caña. Todo lo que se necesita llevar a casa.



El totopo está hecho de maíz pero se coce al horno. Tradicional producto istmeño que identifica a sus mujeres vendedoras, desde el mercado de Oaxaca, pasando por el sur de Veracruz y hasta llegar a Tapachula, con su famoso… “totopo güero”. 



El mercado tiene su sección de carnes y algunos puestos de pescado. La cecina, el tasajo y el chorizo son muy tradicionales. Lo mismo que “la salchicha oaxaqueña”, pruébela es una delicia tradicional de Oaxaca.



El mercado también tiene su sección de ropa, zapatos, sombreros, peletería, cuchillería tradicional, semillas, frutas y flores. En la parte poniente del mercado están los puestos de jarcería y artesanías.



En la parte Norte encontrará un corredor con artesanías en textiles, huipiles, vestidos bordados a mano, sarapes, de casi todo el estado. El amable visitante a una calle del zócalo podrá ver la variedad de mercancía que tiene estos dos mercados.



Podríamos suponer que con el Mercado de Abastos, son los “centros culturales” más importantes de la ciudad. El arte, la comida, el vestido, la artesanía, los objetos utilitarios, las tradiciones y aún, muchas de las fiestas y costumbres, las podrá encontrar en los mercados de Oaxaca.



Cruzando la calle en dirección sur, encontrará la entrada al Mercado 20 de Noviembre. En alguna época lo que hoy es el mercado ocupó un convento y la huerta, hoy solo nos queda el templo de San Juan de Dios, que es el más antiguo y en el inicio funcionó como Catedral. El Mercado 20 de Noviembre tiene otra personalidad y aunque se venden algunas cosas parecidas, éste se enfoca más a los alimentos preparados.



En la entrada norte encontrará a la señora Lilia Hernández Morales, una mujer totalmente representativa de la cultura istmeña. Con su amplia y cálida sonrisa y su hablar cariñoso, típicamente de San Blas Atempa. Doña Lilia lo cautivará con su personalidad y con su mercancía.



En efecto, además de vender huipiles hechos a mano, ella vende la filigrana que hace su esposo. Es una tradición que los ahorros de la familia se invierten en joyería de oro, especialmente en monedas de oro engarzadas en vistosa joyería. 



En la entrada oriente encontrará un paraíso gastronómico. Es un corredor con la tradición de la venta de carnes para asar en el lugar. Ahí mismo le venderán todo lo que usted necesita para que se coma la carne y el chorizo que usted mismo asará. Cebollas, cilantro, berros, limones, tortillas, salsas, todo lo que se le puede antojar para comer en una atmósfera muy especial.  



Este es el lugar a donde vienen a comer los “turistas” del interior del estado y que vienen a la capital de compras o a realizar trámites burocráticos. Aquí come en verdad el pueblo y por cierto… come muy sabroso.
 


Sin embargo, si usted prefiere disfrutar de la tradicional comida oaxaqueña, con sus siete moles, caldos, frijoles con hierba de conejo o un delicioso chocolate de agua, atole o exquisito café, existen comedores familiares en esta zona. Nosotros le recomendamos el “Comedor Chabelita” es uno de los más tradicionales y con mejor sazón.



El pan tiene un lugar muy especial en este mercado. Usted podrá encontrar todos los tipos de panes que se producen en los Valles Centrales. Déjese seducir por los sabores, texturas, colores y los olores del pan oaxaqueño y no haga caso del dicho popular que reza:   “de pan… panzón”.



En la parte Poniente del mercado encontrará puestos de artesanías, especialmente de cerámica de San Bartolo Coyotepec y Santa María Atzompa, y de algunas partes de la Sierra y el Istmo.



Para cerrar con “broche de oro” su visita a los mercados, llegue hasta la parte Sur del mercado y sobre la calle encontrará los molinos. Es una tradición de las familias oaxaqueñas, ir al molino a moler su propio chocolate. En efecto, ahí se vende el cacao, la canela, la azúcar y la almendra. Usted podrá decidir la cantidad de ingredientes y le entregarán la pasta caliente de “su propio chocolate”. ¡Buen provecho!